jueves, 28 de julio de 2016

La Llamada

Era una vez, un hombre que tuvo contacto con uno de los primigenios, escribió sus coordenadas en una tabla de hielo, para saber cuándo ir y donde, el día en que despierte.
El hombre miro a su divinidad fijamente, él era tan grande y pasional, que el profeta decidió entrenar por generaciones a quien sucedería su sabiduría hasta que las coordenadas se hagan ver entre los mares, y así sabría cuando aquella divinidad antigua que ha recorrido miles de eones sobre el espacio aterrizaría en nuestro mundo.

Generación tras generación, el sabio envejeció y fue pasando su conocimiento sin deformar la historia, no obstante al llegar a cierta época, los acusaron de herejes y mandaron a matarlos a todos, muchos de ellos fueron empalados y morbosamente asesinados hasta sufrir destripamiento. Fue así cuando el tiempo se detuvo en el siglo XII. Tropas armadas con arcos y flechas, custodiaban las coordenadas donde el profeta (un hombre no muy viejo de barba larga y revoltosa con un cayado de madera) debería ir. Así que el mismo, su hija y yo, entramos a través de túneles antiguos que se usaban como cloacas, el hedor nauseabundamente rugoso penetraba tanto en la piel que dejaba marcas de dolor en las almas de los antepasados, miles  de huesos y cráneos huecos, estampados en paredes como si quisieran mimetizarse y contar una historia. Nos deslizamos por aberturas que parecían colapsarse en cualquier momento.

La hija del profeta me pregunto que si podía echar un vistazo por uno de los pliegues de rocas más arriba de su padre, trepé y me asome a penas para divisar un grupo de soldados adoctrinados por un hombre de mascara metálica y un atuendo monástico. Ellos estaban preparándose para que cuando llegase la nueva abominación a esta tierra, puedan combatirla y destruirla, las tropas se asemejaban a romanos con aquellas crestas rojas, pero sus estandartes eran azules y su icono era un sigilo antiguo, que según ellos es un sello de protección. Nos dividimos y atacamos en flancos diferentes, masacramos a todos, yo arranqué uno de sus ojos y se lo hice tragar hasta atragantarlo. Seguí acuchillando con la punta espinosa de aquella flecha, una vez cubierto de sangre del enemigo, habíamos reclamado venganza por muchas muertes del pasado; el profeta se dirigió al último viviente, el hombre enmascarado, que al descubrir su cara se vio aquel rostro de locura y degeneración, su deforme rostro podría hacer retorcer los huesos hasta que la carne sea atravesada con la voz de un quejido haraposo.

El padre de la mujer de rojo, se acercó al falso profeta y antes de que pudiéramos quitarle la información, se lanzó al abismo cayendo y tronando sus huesos, de pronto esa risa macabra aconteció una expresión de pánico y una lagrima plateada salió de su ojo izquierdo y al caer al mar, el mismo prendió fuego al cuerpo y luego se desvaneció como ceniza.

Nos dirigimos hacia el monte donde se dieron las coordenadas, caminamos en subida hasta que los pies nos sangraran, sin descanso, cubiertos por togas amplias, y el profeta llevaba puesta la máscara metálica para pasar desapercibido a través de los soldados que custodiaban la entrada a la península que se alzaba en ese monte. Llegamos a un puesto, donde una señora vendía dijes con sellos primigenios, entre ellos estaban Agga Arra y Bandar.
Llegamos a la cima de la montaña donde había un sitio de sacrificio… el profeta se asomó el precipicio donde se podía ver un cumulo de agua enorme que no tenía fondo, se quitó la máscara de metal y alzando su cayado dirigió palabras hacia el viento que maullaba, palabras que  haría despertar a su dios. Cuando los soldados se dieron cuenta que aquel hombre de gran barba no era el profeta suyo, mientras apuntaban flechas, se vio en cámara lenta toda la imagen, cuadro a cuadro, yo y su hija tratamos de defender a nuestro profeta, el mesías verdadero. Pero antes de que pudieran matarlo el suelo empezó a temblar, el tiempo volvió a la normalidad, los soldados no entendían que sucedía hasta que en el medio del mar sobre aquella montaña en esa península. Surgió de las aguas una torre enorme a 300 metros del pico donde el profeta levantaba sus brazos para recibir a esa aversión reptante. Los soldados, retrocedían mientras el temblor asesinaba al silencio sordo y las mareas crecían. Aquella ciudad era R’lyeh donde habitaba un ser antropomórfico muy conocido en estos días, pero tan popularizado que se perdió recuerdos de su verdadera identidad.

Otro trueno se vio bajo el agua, todos se tomaban de algo para no caer al precipicio, y ahí es cuando el profeta anuncia la llegada, con sus palabras, un lenguaje primigenio que no se entendía realmente, pero que atraía a las fuerzas más oscuras de aquel suburbio bajo el mar, la torre reventó en pedazos y del medio nació un ente tan majestuoso como abominable según quien lo viera, de espaldas se lo vio con dos grandes alas de dragón, los humanos se veían como un grano de arena ante él.
Al darse vuelta gritó con su aliento haciendo volar a muchos soldados y caer hacia abajo donde morirían como cobardes. Su piel era tornada de naranja y verde. Eh ahí, el gran dios primigenio que fue encadenado en el fondo del océano hace eones, que fue traicionado y despertado para reinar en la oscuridad una vez más. Su nombre era, es y será Cthulhu.


miércoles, 9 de septiembre de 2015

Al otro lado

Postrado en el altillo de un edificio, observando la ciudad muerta por una peste, decidí adentrarme en la edificación y llegar hasta el primer piso, caminaba por los pasillos bajando escaleras, algunas quebradas que permitían ver el piso de abajo, otras siquiera tenían suelo. Para pasar a la otra orilla me coloco de costado, no miro hacia abajo y mi oído derecho va contra la pared. 

Es ahí cuando descubro que detrás de los muros se oían voces, ruido de fiestas y reventones, luego de cruzar, no podía comprender de donde provenían no habían puertas y el edificio era el único en la manzana.


Solo sé que pude haber escuchado los murmullos del infierno… está muy cerca mío, el infierno me quiere a mí, me busca y de alguna manera me va a encontrar, vivo o muerto yo caminare hacia el….. por las noches oigo como las criaturas trepan en mis oídos y me hablan acerca de mi destino trágico. 

lunes, 24 de agosto de 2015

Bertrand, el ermitaño

En una casa harapienta, que estaba en plena calle. La casa padecía de un aspecto podrido, seco y desolado. Imágenes pasaron por mi vista, con un retardo de segundos, diferentes perfiles y ángulos. Ramificaciones de todos lados salían por doquier y paredes caídas sellaban el camino hacia algunos sitios.

En ella vivía una señora grande, de una edad mayor corpulenta de bajos recursos, siempre aparecía en una cocina tomando algo de una taza vacía; sus grises y ciegos ojos me vigilaban cada vez que pasaba por el sitio. En la parte trasera habitaban personas que carecían de cordura mental. Cada una tenía una manía extraña, uno de ellos por ejemplo manipulaba esferas de vidrio, las balanceaba por sus palmas, y luego gritaba para resquebrajarlas.

Otro tenía la fantasía  de que era una pluma de aire, se subía a los árboles, trepaba hasta llegar a la cumbre y luego se tiraba, al caer soplaba y caía lentamente, como si de verdad fuese una pluma. No obstante en ese recorrido había un francés llamado Bertrand que jugaba con serpientes, él decía que las serpientes lo hacían sentir bien, el decía “la sabiduría vienen de ellas y en ellas se van” Me contaba como manipular fuego sobre el agua, o como quemar un desierto con lamentos. Sabía que este hombre tenía una respuesta que necesitaba, antes de que balbucee para preguntarle, me agarro de la camisa y poniendo su cráneo contra el mío me dijo, la respuesta a tu pregunta es la escritura, hacía gestos con los dedos y extraños garabatos en el aire mientras repetía, “la escritura”.

Yo: Pero yo…

Bertrand: La escritura

Yo: ¡es que no te he contado!

Bertrand: ¿tu pregunta es saber dónde estás verdad?

Yo: Si, ¿pero cómo lo sabes?

Bertrand: La escritura. respondió (mientras garabateaba)


Se acercó hacia mí y me murmuro una pequeña pista, dijo algo asi como “escríbenos y seremos libres,  dibújanos y tomaremos forma, recuérdenos y tus preguntas serán contestadas”

sábado, 11 de julio de 2015

Arte encarnado

En una casa de familia, las paredes escupían un hedor ácido y exhalaban un color oxidado, en ella habitaban 3 personas, una pareja grande de aproximadamente 65 años y un hombre amigo de la familia.

La señora de la casa intentaba curar a su marido que estaba enfermo, se podía notar ojeroso y pálido como si se tratara de un cuerpo en descomposición. Entre tanto la mujer preparaba el almuerzo, él estaba en el baño aseándose. La mujer preparaba un manjar único.
Pues era una pata de pollo con muslo incorporado, pero esta carecía de cocción suficiente ya que estaba como viva, se movía como si aun el pollo estuviese temblando de frío o dolor, la mujer llevó el banquete hasta la habitación y desmembró el hueso que estaba anclado en la pata-muslo, era largo y pareciese que el pollo macabramente temblaba cuando esta le arrancaba su extensión ósea.  Una vez que le quito eso lo escondió y el marido salió del baño a degustar el platillo enfermizo de su mujer, tomo el tenedor y le arranco un trozo, lo engullía como si fuese el ultimo día de su vida, como si fuese a atragantarse masticaba mientras el alimento suprimía un liquido blancuzco y un quejido de horror.

Después del almuerzo, la mujer le dijo si quería ver algo en la televisión, que de por cierto era muy ambigua, blanco y negro. La casa era realmente espectral, no se veían más que un par de sillas, una mesa con una bandeja de pan mohoso y unas cuantas copas sucias.
Es ahí entonces cuando la mujer le pregunto a su marido si quería una copa de vino, a lo cual el con una sonrisa mórbida dijo que si. En su boca se podía notar como las encías sangraban un líquido negro y sus dientes padecían de un estado asqueroso.

La mujer fue a la cocina y puso tres vasos de porcelana, uno para ella, una para el familiar amigo, la ultima para su marido, en las dos primeras puso un vino de suave talante, que mezclaba aromáticas notas y colores carmesíes, en la de su marido uso otra botella, una que contenía un brebaje espeso y con grumos, aparentemente era una mezcla de sangre y vino, con unas notas muertas y coágulos que se podían ver en el final de la taza. Los tres bebieron del vino. Al terminar se quedaron viendo la televisión durante corto tiempo; el lúgubre y descompuesto rostro de su marido empezaba a aflorar un toque de color y primavera interior.

El reloj de péndulo fue marcando las horas, los tres sujetos mirando el mismo reloj durante horas, hora a hora, minuto a minuto, segundo a segundo, fueron quedando hipnotizados por las manecillas de cada tiempo. La mujer se levanto de la silla, y fue a la cocina, tomo una bolsa apestosa de la nevera y saco un trozo de carne. Al abrir el paquete se pudo experimentar el toque mas crudo, eran riñones humanos en fermentación, los machaco con un palo, y los trituro para hacer un delicioso pate con ellos, acompañados de hongos y un puré de calabaza duro y seco. Le dio de comer a su marido en esa cena, todos con una mirada muerta que poco a poco iba dando vida y charla a los individuos cuando éste consumía aquellos nauseabundos alimentos.

Todo ello a mi vista que estaba detrás del televisor. Pude salir de aquella escena, cerrando la puerta y me fui de aquella casa andrajosa y desollada. 

Camine por un barrio muerto hasta llegar a una librería, entre con el interés de ver que habitaba allí. Me encontré con escalones centrales en medio de librerías que estaban a los costados, la subida de escaleras iba hasta un sitio que mis ojos no podían alcanzar, subí un par de escaleras, vi una mesa con muchos libros apilados y una fogata por delante bajo una chimenea con atizadores. Me senté en una silla de madera y comencé a hojear libros hasta toparme con uno de Rembrandt, que en su lomo decía 1898, en ellas vi unas obras alucinantes en la que se destacaba un cuadro en el que un sapo era iluminado por una estela de centelleantes rayos y agua por doquier.

Me lance al suelo de espaldas, y mi dorso se mimetizo con el alfombrado rojo con flores de lis que adornaban el territorio, comencé a llorar y en la sala empezó a llover de forma torrencial, el suelo se volvió adiposo y grasiento, subió el fango hacia arriba y de el mismo hoyo de donde salía la tierra apareció un sapo enorme de 1 metro,  el techo relampagueaba y con una cámara de celular, logre tomar una foto mientras me arqueaba boca arriba para ver como las centellas iluminaban aquel anfibio; luego de tomar la foto dejo de llover y pude reincorporarme a la silla para ver como había salido la imagen. Pues salió casi idéntica, salvo que una era una pintura y la otra una fotografía.

Luego me fui de la escena para nunca mas regresar.   

jueves, 12 de marzo de 2015

El Extraño de Corbata Roja

Todo comenzó en un viaje hacia la costa con un familiar, recuerdo que nos topamos con neblinas.
No sabíamos si el autobús volaba o corría, ya que las ruedas no se sentían para nada en el asfalto; llegamos a una mansión vieja, donde nos recibió un hombre robusto, casi gordo, pinta de gerente o ejecutivo de traje negro oscuro y corbata roja, se llamaba Elías.

Siempre sonreía y sus ojos se llenaban de un líquido acuoso, no obstante no se derramaba ninguna gota. Al llegar a su mansión nos preparó un banquete abundante en una mesa de unos  15 metros de largo y nos invitó a hablar. Mi familiar no pronuncio palabra alguna, solo veía como engullía sin parar como si se fuese a atragantar, y como si sus oídos eran sordos. Elías se me acercó y empezó a caminar directo con los ojos penetrantes hacia mí en aquella larga mesa, se detuvo a unos metros y me dijo:¿Te gusta la comida?

Yo: Si, esta buena.

Elías: Que bien, me hace sentir cómodo, pues el cocinero murió a las pocas horas de cocinarlo.
Yo: ¿Cómo se llamaba?

Elías: Ekron, Antoine Ekron. ¿Le conoce acaso?

Yo: No (mentí), ¿era muy conocido en el ámbito del gourmet?

Elías: Yo solo sé que me encantaban sus platos, todos hechos con la mejor carne, una carne dulce y fibrosa que pocos pueden degustar.

Yo: ¿Solo carne?

Elías: Así es, solo carne.

El se acercó más, que para cuando quise darme cuenta lo tenía casi en mis narices, se inclinó y en el pude divisar un símbolo en un prendedor, era un hexágono. Elías entonces pregunto:

¿Le gusta la comida?, saboréela, cada centímetro de carne y sangre puede nutrir tu cerebro. Volcó una sonrisa macabra mientras me comentaba que mi cerebro le hablaba.

Elías: Tu cerebro me dice que quiere descansar.

Yo: Pero disculpe señor, el cerebro humano no descansa ni durmiendo hasta donde yo sé, es más se hace más laborioso al dormir.

Elías: Lo sé, es solo metáfora querido…….. amigo.

Desperté repentinamente y me fui a lavar la cara, me mire al espejo, y al salir del baño, me lo encuentro a él vestido con un saco, pantalón negros y una corbata roja. Y le pregunto si para dormir usaba el traje, y él me dice al oído casi pegándose a mi cuerpo. Siempre me gusta estar bien presentable.

Ven conmigo dijo Elías, te enseñare lo que es vestirse bien.

Me llevo por unos pasillos hasta el fondo donde se encontraba como un galpón lleno de ropa. Veni, veni, Veniiii no te asustes balbuceaba… ven que te tengo un regalo.

Y ahí estaba parado frente a camisas, corbatas, pantalones y zapatos de vestir.

Elías: Elige y será tuyo.

Yo: Lo que yo quiera.

Elías: Lo que vos más te guste.

Yo: Bueno, ese saco de marrón blanco.

Elías: Mmmm no, no te conviene, yo te recomiendo uno más oscuro.

Yo: Bueno, el pardo.

Elías: No, el negro te queda bien, que sea así entonces, los pantalones también.

Yo: Pero no dijo que lo que quisiera.

Elías: Oye estoy haciéndote un favor, créeme esto va a salir muy bien.

Yo asentí, con la camisa paso lo mismo, no me dejaba que eligiera el azul, solo blanco, me di cuenta que en su robusta cara y su sonrisa satírica había algo más que no me quería contar. Sería un asesino, o un salvador, no lo sabía ni quería saberlo.

Oye, ¡¡espabila pues!! Dijo Elías, vamos hombre que queda algo más por hacer.

Elías: ¿Y la corbata?

Yo: Azul, me encanta ese color.

Elías: No, definitivamente la roja te quedará bien, el azul es símbolo del firmamento.

Ven, dijo el, vístete aquí y en unos minutos nos vemos.

Me vestía de a poco y me daba cuenta que estaba eligiendo vestirme como el, me presentara como su sobrino dije dentro mío y reí a la vez. Una vez que termine Salí del vestidor, y él me vio, con una sonrisa degenerada y pestañándome un ojo me dijo que me veía excelente. Luego me invito a pasar a un jardín cuadrado de piedra caliza y mugrosa con una mesa en uno de los vértices. El suelo era negro y amarillo en cuadros y las sillas blancas mientras que la mesa era de madera.

Elías: Ahora regreso.

Yo me quede pensando que pasaría, me dejará todo esto para mí. Seré heredero de algo, muchas cosas pasaron por mi mente, para cuando seguía formulando preguntas lo veo acercarse de lejos, venia caminando con una botella en la mano y con dos copitas pequeñas, en la otra, se sienta enfrente mío y habla.

Elías: Esto es un Whisky muy particular, año 1832.

Cuando vi la botella notaba que era de un color amarillo claro, no parecía lo que solía decir. Elías descorcha la botella y sirve 2 medidas para las pequeñas copas,

Elías: Salud, por la iluminación.

Yo: Digo lo mismo y empiezo a tomar casi por sorbo.

Elías: Adelante hombre, de un saque vamos, hasta el fondo.

Yo me lo tomo todo, pero eso no era Whisky, sabía amargo.

Elías: Ahora abre los ojos y veras la verdad.

Yo: Ya los tengo abiertos, lo estoy mirando.

El comenzó a levantar la voz y con una voz ronca me decía que los abra, que cierre y luego los abra, que vería la verdad.

Cerré mis ojos, los cuales los sentía dilatados y los volví a abrir, y ahí lo vi, era del diablo vistiendo una corbata roja.

El Diablo: Ahora tu eres yo y yo soy tu, tú me reemplazaras y yo tomare tu lugar. Recuerda que debes ser cauteloso con la gente.


Es aquí donde concluye mi sueño.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Enemigo mio

Hace más de dos noches no consecutivas regresa con una mirada sin reflejo, como cuervo sin carne ni sangre, como oscuridad sin sentimientos, me mira y ella a mi, pero ya no le temo, y ella queda sosegada, desnuda entre su manto, me mira, como buscándome, conquistándome para que le ayude a salir de ese sitio, de esa tumba, de su tumba.

Frente a unas compuertas de granito opaco yacía una advertencia en esa iglesia que tanto me llamaba la atención. "Si usted cree en la verdad, este es el lugar indicado" Las paredes estaban rasgadas como un depresión seca y harapienta tras el paso del tiempo, el crujir de las puertas eran tan fuertes que podría despertar a los propios demonios.

Respire profundo y entre a ver qué deparaba ese sitio tan austero. Dentro se encontraban personas rezando, era una simple iglesia, no había nada de que asustarse.

El sitio estaba en ruinas, velas negras y rojas iluminaban el sitio por doquier, manchas alquitranadas de sangre coagulada en algunas paredes, la cúpula destruida y una imagen de una virgen caiga con los ojos arrancados y sus senos al aire. Al pasar por el costado, la gente ni me observaba. Una catatónica concentración cubría sus ojos de una nube deforme y de silencio sordo. Sus ojos destilaban un polvillo oxidado y de sus bocas nacían nubes de vapor por el intenso frio que segregaban las paredes. No dejaban de mirar a la virgen que derramaba lo poco que quedaba de ese polvo antes de que pudiese convertirse en cenizas.

Explore el sitio y hacia mi derecha, vi estatuas de santos decapitados, otros con una cara deforme. Seguí por detrás de una escalera de piedra que ascendía a un sitio donde se había derrumbado el techo y no había mas escalones. 

Justo detrás, más abajo en ese costado oscuro yacía una columna de piedra con una inscripción en símbolos, había muchas combinaciones, probé hasta que mis dedos sangraran, sesenta y cuatro combinaciones y di en la tecla.

La columna emitió un ruido áspero y se contrajo, dejando un pasadizo con un agujero en su interior. Con sumo cuidado descendí.

El aire se sentía viciado, húmedo, me ahogaba la ceniza que corría por todos lares, entre en una cámara exactamente igual a la de arriba, con una cúpula desgarrada del otro extremo del área, una sala secreta. Se Observaban muchas imágenes de símbolos ancestrales, todas atribuidas al mal, Kali Yuga, Pazuzu, Pishacha y Lilith entre otras, todas rodeaban a una sola estatua. Esta se encontraba delante de mí, estaba inmóvil, tapada por un velo apolillado, como un manto de plástico desgarrado por el tiempo. Al tratar de mirarla bien, no podía creer lo que estaba viendo, era la Parca. Esa misma que me quería matar en otro relato, pero se veía triste, gris, sin vida en su muerte, quieta, sus oscuras cuencas oculares ya no reían como antes.

Es ahí cuando observe que en un extremo del complejo había una pala y sobre los pies de la misma con algunos adoquines triturados, tierra, supe en ese instante que tenía que cavar, y sabía que tenía que hacerlo....

Si no hubiese sido por el despertador ya hubiese empezado a desenterrar su cadáver vivo debajo de la tierra para devolverle su vida.
Me pregunte en ese instante, si estaba allí o si me había buscado para que le ayude, pues era ya la tercera vez que me aparece el mismo sueño, siempre el mismo.  Espero pronto desenterrarle y así quizás terminar con esta pesadilla lucida que me atormenta todos los días de mi vida..


Illuminati



Desperté en un porche de una casa, si miraba arriba, tenia como un pequeño balcón con un matorral, montado sobre dos columnas jónicas;  lindaban con una ventana  a la ciudad… todo se veía soleado y perfecto. Brinque hasta que tomar un extremo de las columnas superiores y subir hacia arriba.

Una vez arriba encontré unas plantas con flores que nunca pensé que existieran y unos frutos totalmente desconocidos, probé un par de ellos, pero no tenían buen sabor. No obstante había uno que era azul, un azul muy fuerte, abrí su contenido y dentro había un líquido del mismo color, muy espeso,  con unos copos blancos… lo comí, y empecé a quedarme dormido dentro del mismo sueño, todo se veía borroso, pero no había pánico, solo relajación. Comencé a ver una luz que viajaba a una velocidad que ya no tenía velocidad,  y números que caían en un mar de ungüento negro. Caí en el y me ahogue, emergí en un desierto donde una llama de fuego se encendió en medio del mismo, me senté allí y vi danzar el mismo, al tocarlo solo me humedecí las manos, y de las gotas que cayeron, la arena empezó a licuarse hasta convertirse en cenizas… y caí…. Y caí… a un abismo sin fondo… hasta dar con una piedra angular. Había mucho ruido, y la gente escandalizaba por sus acciones, recorrí calles vacías, y calles con manifestaciones, recorrí el dolor y la pasión de estar en un sitio totalmente imposible. Era una ciudad sin techo,  sin firmamento, algo lo tapaba, era como una inmensa capa de oscuridad y humo… que no dejaba ver el sol, la gente que la habitaba era arrogante y pretenciosa; humillante y soberbia.

Un virus extraño azotaba la ciudad, un virus que se propagaba rápido. La gente gritaba y sufría.
Entre tantos, había algunas personas que tenían una tercer brazo, otros eran por los ojos o lengua, eran planos y muy largos, plateados, y sus extremidades  eran como una lengua tóxica que todo lo que tocaba lo manipulaba y al hacerlo esta gente se sentía bien, hasta que tenia que volver a repetir la secuencia.


Una señorita se cae sobre mi, y me dice, allí vuelven, el grupo que nos liberara de esta prisión… ¿quienes son? pregunte, y ella me respondió, enviados, enviados para la disección y supresión de mentes cerradas.

Era un grupo de niños, mentes jóvenes en proceso evolutivo, se los veía bien… pero algo tristes… todos bajaron de una colina que daba a una montaña sin fin… Y al estar entre nosotros, uno a uno, comenzaron a morir. Uno de ellos era un amigo de primaria que tuvo un ataque al corazón, y se desvaneció, los médicos que habían allí le hicieron un RCP y lo revivían, pero al hacerlo a los pocos segundo caía de nuevo, lo habrán hecho 4 veces consecutivas, y el niño me miro y me dijo. 

"..El ultimo deseo que anhelo es ver tendida mi cama y recostarme junto a ella, así ver el amanecer nocturno que destilan las flores azules… déjame partir no me sometas a tal crueldad.." 


Entonces en un amague les dije a los médicos que lo dejaran morir. Y simplemente murió. Mire hacia arriba y sentí que debía hacer algo, porque sino todo esto no tendría sentido. Junte un grupo de personas, personas adultas y les dije… ¿me acompañan arriba para ver lo que no debe verse, y de morir al menos sabremos que nuestros ojos nunca fueron ciegos después de todo?


Si, por supuesto dijo uno.

Salimos en una expedición hacia lo alto de la montaña, después de mucho vagar por los sitios altos, aparecieron unas extrañas luces que levitaban, se contraían y se expandían… eran azules y blancas, con un material como tierra negra que en partículas se movían. Mis compañeros no tardaron en tocarlas a pesar que les negué…es un truco, una trampa, no las toquen… pero fue tarde, murieron al poco tiempo… seguí mi viaje solo, hasta llegar a un altar a lo lejos… en el había una mujer sentada con 7 brazos, tres de cada lado, el séptimo le salía del pecho..

Y dijo, Yo soy el ojo que cuida a la humanidad, soy la mente que toco lo guarda, soy el canto de una voz sin sonido. Soy el que controla los engranes del universo. Tienes solo una oportunidad de probar que puedes resolver este enigma, si lo haces tendrás tu recompensa, si fallas lo lamentaras el resto de tu vida, porque vivirás con una enfermedad que te hará agonizar y destruir todo lo que amas y lo que haz construido ¿Comprendes? Asentí con mi cabeza.

Ella dijo: A tu derecha hay cajas de unos prismas, y frente a mi en un hexágono, hay unos soportes, si logras hacer pasar la luz, mantener la vibración y la intensidad del calor, salvaras a la humanidad de su cólera, de su estancamiento y su dolor, si fallas morirás. Puedes intentarlo con varios, pero el último prisma desencadenara la luz en la ciudad de allí abajo. Si no es la correcta morirás, si lo es, ya sabes la historia. El último prisma tiene que ser una decisión profunda, pues no tendrás opciones, sino una sola elección. No podrás probar, solo hacerlo. ¿Lo harás, si o no? Acepto el desafío, fueron mis palabras. Comencé a armar y fijar las luces una por una, la densidad, intensidad, espesor, color y calor, de la luz era la perfecta, fuerte y potente, sin extinguirse en ninguna llama. Pero la ultima era crucial… es como buscar una aguja en un pajar… había miles de cajas con muchos, podría estar allí una eternidad divagando sobre cual es la correcta.

Y la mire a ella, y la miraba hasta que comprendí cual era el cristal faltante…
Le dije, disculpe gran señora, pero me temo que el cristal que busco no se encuentra en ninguna de estas cajas. El cristal que busco no es exactamente una pieza plana, sino redonda..son mis ojos que necesitan despertar el interior de mi alma para poder completar el ciclo, ¿cierto?. Porque si bien aprendí, mis  ojos son los que tiene la sabiduría de transmitir la verdad, salir de la ceguera, serán solo mis ojos los que le den orden a ese caos ahí abajo, los que los despertara de sus pesadillas y avaricias… Fue así como me arranque los ojos y  los puse en el umbral del soporte, y la luz se expandió por doquier como una explosión. La ciudad se ilumino como nunca antes, y el cielo se despejo..

La gran señora se acercó hacia mi, sentía sus pasos. Haz elegido sabiamente, haz optado por usar los ojos y ver la realidad.  Pero ahora debes despertar… y al hacerlo no temas en lo que te depara, mira en tu interior, mientras mantengas la llama encendida y tu corazón limpio… la oscuridad se iluminara, y podrás ver el camino que te depara, sin ojos, solo con tus sentidos, guíate por tu corazón, de ahora en mas, es tu decisión. Desperté en ese balcón… y al asomarme por la ventana vi como el mundo se sumía en caos y desolación… y allí comprendí que solo uno de los dos mundos podría ser el correcto de salvar, comprendí lo que me dijo la gran señora. Me quede mirando en la ventana como la humanidad se corrompía ante el dolor, y entendí que aprendí a liberar mi mente y mi alma, que aprendí a ver detrás de todo las vanidades y soberbias… comprendí que solo hay algo que podemos salvar en ese infierno, es a nosotros mismos y nuestra esperanza de vivir, aunque el caos nos azote…


Y sus palabras me resonaban de nuevo mientras mi mirada reflejaba la carnicería en un ocaso de fuego que se alejaba en el horizonte “….mira en tu interior, mientras mantengas la llama encendida y tu corazón limpio… la oscuridad se iluminara, y podrás ver el camino que te depara sin ojos, solo con tus sentidos, guíate por tu corazón…..” Luego desperté de mi sueño y aunque quede totalmente aturdido, me sentí muy bien.